Localidad: Hontoria de Valdearados

Fecha: 8 de Septiembre

La festividad en honor a la Virgen de La Serna se celebra el 8 de Septiembre. Hoy en día, esta fiesta ha decaído notablemente, como tantas otras tradiciones que poco a poco y por desgracia, se van perdiendo.

En este día, el pueblo camina unido en romería hasta la Ermita construida en honor a la Virgen de la Serna y una vez allí, se celebra una Misa en honor a la Virgen.

Tras la Eucaristía, tiene lugar la procesión con la imagen de la Virgen y de San Isidro Labrador alrededor de la Ermita.

La Virgen de la Serna es muy devocionada por todos los hontorianos y desde unos cuantos días antes de la fecha de su celebración, el coro de las mujeres del pueblo ensaya sin parar las canciones que después dedicarán a su Virgen.

Uno de estos cantos dice así:


Cuando de mi patrona,
voy a la ermita
se me hace cuesta abajo,
 la cuesta arriba.

Y cuando bajo, leré, y cuando bajo
se me hace cuesta arriba, la cuesta abajo (BIS)

No sé, no sé qué tiene
mi Virgencita,
No sé, no sé qué tiene
 cuando me mira.

Y esos sus ojos, leré, son dos luceros,
¡Ay! Quién pudiera siempre mirarse en ellos (BIS)


Hace unos cuantos años, este día suponía un hecho festivo mucho mayor de lo que lo es ahora y exigía todo un hervidero de preparativos desde varios días antes.

El pueblo se organizaba en cuadrillas y cada una de ellas se encargaba de engalanar un carro con ramas verdes y todo un sinfín de accesorios.

A la hora estipulada, y una vez que los machos habían sido enganchados al carro en cuestión, cada cuadrilla comenzaba el ascenso hasta la ermita con todo lo necesario para celebrar una auténtica romería en honor a la Virgen.

Una vez en la Ermita, la Misa y posterior procesión se celebraban tal y como se hace ahora pero después, todo el pueblo aprovechaba para pasar el día en las inmediaciones de la explanada de la Virgen y a su amparo, celebrar una auténtica comida de hermandad.

Y, por supuesto, cuando se terminaba de comer, todo el pueblo unido se despedía de su Virgen cantando la Salve.

Tras esto, las gentes emprendían el camino de vuelta al pueblo para finalizar el día como Dios manda, con un baile en la Plaza de las Escuelas donde, entre vuelta y vuelta, se bajaba el copioso almuerzo que habían realizado para festejar el día.